He tenido el enorme placer de participar como ponente en las “VII Jornadas de Animación a la Lectura, Escritura y Observación”, por sus siglas, JALEO’21 que se celebró en Valencia entre el 13 y el 16 de julio de 2021.
Estas jornadas se celebraron en la Biblioteca Valenciana, en el Monasterio de San Miguel de los Reyes, en la capital valenciana. Se trata de un edificio renacentista desamortizado en el s. XIX que también fue utilizado como prisión durante casi cien años. Desde 1999 es la sede de la Biblioteca Nacional Valenciana, la Dirección General del Libro, Archivos y Bibliotecas y el Registro de la Propiedad Intelectual de la Comunidad Valenciana.
Detrás de la organización de JALEO’21 está Mar Benegas y Jesús Ge, poetas, escritores… consagrados autores, formadores y divulgadores de literatura infantil y juvenil, y amigos a partir de este encuentro. Con ellos un equipo de personas sin los cuáles no sería posible la organización de unas jornadas de este tipo, capitaneados por Silvia Garcia Esteban. Muchas gracias.
El Programa estaba plagado de gente maravillosa con quienes pude compartir tiempo, espacio, mesa, hotel y taxi y, sobre todo, fantásticas conversaciones que iban cada vez más mejorando mi conocimiento por todo lo relacionado con la lectura, la literatura, la infancia, la narración oral, los miedos, el teatro, los libros, la educación… Y es que alrededor de los libros nunca aparece mala gente. Muchas gracias por vuestra compañía Lola, Juan Carlos, Elisa, Mar, Jesús, Silvia, Carlos, Rosa, Paco, Javier, Ángeles, Jesús, Bárbara, Begoña… y todos aquellos que estabais religiosamente (nunca mejor dicho) sentados en los bancos escuchando, preguntando y conversando después. Muchas gracias.
Participé con una charla y con un taller. Quisiera escribir a continuación un extracto o resumen de esa charla acompañado de enlaces que creo que podrían ser de interés, que es lo enriquecedor de este medio digital, así como una bibliografía final y por último hablaré un poco del taller por si fuera también de vuestro interés.
La charla llevaba por título “Cosas que parecen cosas: la función de la imagen” un guiño al libro que meses atrás habíamos publicado Mar Benegas y yo titulado “Cosas que parecen Cosas”, editado por Combel.
El público de estas jornadas estaba compuesto por distintos tipos de personas que ejercían labores relacionadas todas ellas con la literatura infantil, los libros y a la mediación lectora. Había maestras y maestros, profesoras y profesores, bibliotecarias y bibliotecarios, narradoras y narradores orales, cuentacuentos, coordinadoras y coordinadores de clubes de lectura y amantes de los libros en general.
En esta charla no iba dirigida a ilustradoras o ilustradores y pretendía dar una visión general del oficio de ilustración, del campo de la imagen y de la ilustración en álbumes ilustrados. También hablé de educación artística y sobre el aprendizaje de la ilustración porque antes que ilustrador, soy docente. El esquema de la charla es el siguiente:
- La imagen y la comunicación
- ¿Qué es la imagen?
- ¿Qué función tiene la imagen?
- La ilustración en los libros
- ¿Qué es la ilustración?
- El álbum ilustrado
- La experiencia de la lectura
- Cómo trabaja un ilustrador o ilustradora
- El trabajo del autor o autora de ilustraciones
- Un proceso de elaboración de un libro
- Educación artística
- Lo visual en la Escuela
- La Enseñanza de la Ilustración
1. La imagen y la comunicación
¿Qué es la imagen?
Empecé fuerte mi intervención. A decir verdad esta es una pregunta a la que no sé si atreverme a responder. Hay muchos teóricos de la imagen que han estudiado mucho más este concepto y a quienes os remito al final de este extenso artículo donde he incluido una sencilla bibliografía donde podréis encontrar mejores respuestas que la mía.
Quiero señalar algo muy obvio, y es que el ser humano tiene la hermosa capacidad de generar imágenes en sus cabezas y por lo tanto cuando leemos una historia o nos la cuentan sin imágenes, somos capaces de diseñar los personajes y crear nuestras propias imágenes. Es una forma muy bonita de que el lector o lectora, espectador o espectadora intervenga en la historia de manera que hay un aporte creativo de quien escucha o lee a partir de quien narra o escribe.
Siempre comento que la palabra “imaginar” y el término “imagen” tienen el mismo origen, según el Diccionario de la RAE “imaginar” es “Representar en la mente la imagen de algo o de alguien”. Y es que generamos imágenes mentales de objetos, lugares, personas a las que hemos visto antes, pero también tenemos la capacidad de crear imágenes mentales de cosas que no habíamos visto nunca antes.
Ante una imagen el espectador o espectadora se dispone a verla y a interpretarla. Saber “leer” o interpretar imágenes, aunque pueda parecer fácil, también requiere de un importante aprendizaje aunque nos pueda parecer un proceso muy natural y sencillo. Desde luego a mi me parece que es más natural ver imágenes que leer un texto, pero es porque lo venimos haciendo desde que nacemos y por lo tanto el aprendizaje comienza antes. Empezamos antes a ver dibujos animados o álbumes ilustrados que a conocer el alfabeto.
El acto de ver una imagen no es un proceso pasivo e implica una serie de cosas que tenemos que hacer como espectadores o espectadoras: Tenemos que observar la imagen, tenemos que decodificar la imagen, buscar el significado que tiene para nosotros, y para ello hay que observar no solo el contenido sino también la composición, cómo está construida la imagen, como se nos presenta esa imagen…
Las imágenes a nivel gráfico o de aspecto formal pueden ser muy realistas, pero también pueden ser esquemáticas o muy simples. Que no sencillas. Mi forma de verlo es que cuanto más realista sea una ilustración o una imagen, cuantos más detalles tenga, cuanto más se parezca a un referente real, cuanta más información ofrezcamos al lector… menos “hueco” van a tener los lectores y lectoras para interpretar, para jugar, para inventar, para disfrutar, para intervenir en la historia. Mientras que si las ilustraciones son menos fieles a la realidad o a sus referentes, desde un punto de vista formal, más “hueco”, es decir, más margen dejamos para que el lector pueda completarlo con sus propias aportaciones y con su imaginación. A mí me gusta verlo así.
Hay un concepto importante en el tema de la imagen que es el de la Alfabetización Visual, que luego retomaré más abajo de nuevo cuando hable de educación artística. La alfabetización visual es la capacidad que tiene o puede tener cada persona para leer una imagen y para entenderla tal y como el autor o autora la ha planificado. La Alfabetización visual implica pararse a pensar qué significan las imágenes, cómo las interpretamos o las podemos interpretar para dar un significado a lo que estamos viendo o leyendo.
¿Qué función tiene la imagen?
Creo que podemos decir que la imagen tiene una función claramente comunicativa. La imagen pretende comunicar algo. Contar algo. Explicar algo. Expresar algo. Esa es la función principal de la imagen: la de comunicar.
Las imágenes han ayudado a resolver los problemas del analfabetismo de la gente. La imagen ha ayudado siempre a quienes estaban en el Poder para llegar a sus ciudadanos o súbditos, para someterlos y, en definitiva, para manipularlos. Por ejemplo en la Edad Media a través de las pinturas del interior de los ábsides iglesias y las esculturas y relieves era posible trasladar ideas y comunicar a la gente el mensaje que en ese momento la Iglesia quería mandar. Y eran mensajes muy complejos que aparecían codificados mediante el lenguaje religioso, a través de la iconografía, y que eran decodificados gracias a los ritos y las liturgias (la oralidad). Pero aquellas imágenes religiosas cumplían su objetivo didáctico y comunicativo para el que habían sido creadas: para que los y las fieles fijaran en sus cabezas los mensajes que les eran contados.
Ahí vemos la una clara función comunicativa que tenían esas imágenes y se utilizaban para fijar ese conocimiento, para simplificarlo y también para perpetuarlo para las siguientes generaciones. Esto lo han hecho todas las civilizaciones, todas las religiones… porque todas se han dado cuenta de esta capacidad y esta función que tienen las imágenes.
Ese tipo de imágenes juegan con un concepto que es el concepto de pregnancia. La pregnancia es la cualidad que tiene una imagen para captar la atención del lector, de ser decodificada e incluso de ser recordada. La pregnancia de una imagen determina su eficacia en términos comunicativos. Si logra captar nuestra atención seguramente hará que el mensaje que traslada nos llegue mejor y que además, sea recordado mejor. Para conseguir una imagen con una buena pregnancia no es imprescindible que la imagen sea excesivamente realista. Todo lo contrario. Una imagen simbólica, esquemática y simple generalmente tiene una mayor capacidad de llegar a donde se pretende que llegue que una imagen hecha con excesivo detalle. Pensad en aquellas imágenes egipcias planas, pero expresivas y directas.
En general las imágenes se perciben sin dificultad. Tan solo mediadas por aspectos culturales y por los conocimientos previos que tenemos de las cosas, y también por nuestra experiencia, nivel educativo, y memoria perceptiva. Aprendemos convenciones que nos ayudan a entender las imágenes. Cuando vemos, por ejemplo… un fondo desenfocado en una fotografía (porque está fuera del campo fotográfico), entendemos claramente que se trata de algo que está lejos o en otro plano, un fondo. No lo interpretamos como que está borroso, sino que entendemos que aquello desenfocado está lejos y fuera del interés. Todo esto son códigos que se aprenden un poco sobre la marcha. La perspectiva es otro código aprendido: Si en una imagen aparece un mismo objeto más grande y otro más pequeño entendemos que el más grande está más cerca de nosotros y que el pequeño está más lejos. Son, como digo, convenciones aprendidas.
El aprendizaje de todos estos códigos puede llegar a ser más complejo, porque son códigos que tienen sistemas menos firmes o menos concretos que los que tiene el sistema de códigos de la escritura. Las palabras escritas comenzaron siendo imágenes que con el tiempo se convirtieron en símbolos. Los sonidos de las palabras también se convirtieron en símbolos. Todo este proceso de creación de códigos hace que el aprendizaje de la escritura y lectura sea más simple. Esto no se da con la imagen. Con la imagen no hay códigos claros. Y esto no es algo negativo, todo lo contrario, esto nos va a permitir jugar mucho más con las imágenes. Tener más posibilidades.
Los alfabetos basados en símbolos que se han construido a partir de los sonidos de las palabras, son más sencillos de aprender porque tienen un límite. El alfabeto del idioma castellano cuenta con 27 letras, ese es el límite, mientras que los sistemas de escritura chino o japonés cuentan con miles de símbolos, porque están basados en imágenes y no tanto en sonidos.
Las ilustraciones simbólicas o que juegan con metáforas tienen dos componentes: la realidad que reproduce, y el significado de esa realidad que representa, y esto último dependerá no solo de quien ha diseñado la ilustración o la imagen, sino también de la experiencia y de la formación del lector. Precisamente ahí radica la importancia de que haya un adecuado aprendizaje y de que haya una alfabetización visual en condiciones que permita a los espectadores, o a los lectores, interpretar de manera adecuada un mensaje o, al menos, y eso es más importante, que no seamos carne de cañón para la manipulación y que podamos detectarla y defendernos.
Resumen:
De todo lo anterior podemos quedarnos con la idea de que el ser humano es capaz de generar imágenes en su cabeza y que lo puede hacer de manera inconsciente y sin demasiado esfuerzo. Que para ver o “leer” imágenes también hay que aprender entre otras cosas, también, para evitar la manipulación audiovisual. Y que cuantas más imágenes veamos, más conoceremos sus códigos y convenciones.
2. La ilustración en los libros
¿Qué es la ilustración?
La ilustración, al igual que la imagen (porque es una imagen), pretende comunicar algo, contar algo, expresar algo, explicar algo. Esa es su función principal: comunicar. Es decir, trasciende lo meramente estético. Y esto lo digo porque no me gusta nada la definición que hace el Diccionario de la RAE del término ilustración. Que dice, en la acepción que nos ocupa, que «ilustración» es una “estampa, grabado o dibujo que adorna o documenta un libro”. Vemos que no solo se mete en temas técnicos para excluir de la definición todo lo que no sea estampa, grabado o dibujo (hay muchas técnicas gráficas), sino que la deja relegada al adorno.
Podríamos entrar en el debate de si la ilustración es un arte, un arte aplicado, o si es diseño… es un debate que da para mucho. En la Escuela de la Bauhaus, hace un siglo, se decía que “cualquier distinción entre bellas artes y artes aplicadas es destructiva y artificial”. Así me parece a mí.
El Arte en la actualidad se genera a través de la expresividad del autor, de su subjetividad personal. El arte habla desde el interior del artista independientemente de la supuesta finalidad que pudiera o no tener el trabajo que realice. El Arte habla de emociones, sensaciones, expresiones, ideas… Y una ilustración se puede diseñar a partir de esto.
La ilustración es un trabajo de encargo la mayor parte de las veces. Esto no la degrada. Que sea un encargo no quita valor artístico a un trabajo de ilustración. Puede ser un dibujo u otra expresión gráfica. Y puede no partir del mundo interior del ilustrador, puede no expresar ningún sentimiento interno y elevado y puede no ser algo demasiado artístico, y es que podrían encargarnos, por ejemplo, que ilustremos a una vaca comiendo pienso o un avión rosa. Ahí el mundo interior del artista se va a la porra. La ilustración es una profesión y también tiene la valiosa función de dar de comer o tratar de pagar las facturas de los ilustradores.
La ilustración también es un medio a través del cual introducimos a los niños y niñas no solo en la lectura, sino también en el mundo de la imagen y en la cultura y sociedad en la que se integran. Es un elemento participante de la socialización de los más pequeños, como lo es también la escuela o la televisión.
Poco a poco, a lo largo de su historia y de su evolución, se empieza a entender que la ilustración no tiene por qué ser la compañera de un texto y empieza a pedir su independencia. La ilustración quiere tener su propia voz. Y lo irá consiguiendo poco a poco. La ilustración ya no es (solo) un adorno.
El álbum ilustrado
Un álbum ilustrado es más que la suma de sus partes. En un álbum ilustrado la idea, el texto escrito, las ilustraciones y el diseño, se fusionan en una unidad. Por separado, cada elemento aislado carece de sentido. Esto es lo que define un álbum ilustrado. Dice el ilustrador polaco Uri Shúlevitz que “el álbum recoge todas aquellas historias que no se pueden contar por la radio”. Estoy de acuerdo con él.
Un álbum ilustrado se define por eso, por ser una unidad de palabra e imagen. Las imágenes pueden cambiar el sentido de las palabras y las palabras pueden cambiar el sentido de las imágenes y esa riqueza solo es posible con el álbum ilustrado.
En la charla puse y mostré dos ejemplos. Dos álbumes ilustrados. Uno es “El ladrón del sombrero” (2012) del canadiense Jon Klassen de su trilogía del sombrero, y otro trabajo es “¡No!” (2017) de la catalana Marta Altés. En ambos trabajos se genera un diálogo entre texto e ilustraciones que hace que sea imposible su separación. No se puede entender una parte sin la otra.
La ilustración debe ser fiel a la idea, el autor o autora de las ilustraciones no debe traicionar ni contradecir la idea principal de la historia. Ahora bien, es interesante añadir un contrapunto o ideas secundarias, algo visual, con las que enriquecer la historia y convertirla en algo más de lo que la historia cuenta. Un ilustrador o ilustradora siempre pone algo de su parte o añade cosas que, siempre sin distraer, sirvan para enriquecer la historia.
Al álbum ilustrado se transfieren las modas, los conocimientos o sensibilidades de cada época, los valores o gustos sociales de cada época… del mismo modo que ocurre con otras manifestaciones culturales o artísticas.
Temas difíciles como la muerte, la soledad, la depresión, la guerra, el amor, la violencia… son todavía muy difíciles de ver en las estanterías de librerías dedicadas a la literatura infantil y juvenil o en la sección infantil de las bibliotecas. Y resulta que son temas en los que se puede trabajar mucho con lo metafórico y lo simbólico en las ilustraciones. Cito en la charla algunos ejemplos muy conocidos:
- “Rosa Blanca” (1987) de Roberto Innocenti. Con unas ilustraciones muy realistas del autor, el álbum trata sobre una niña alemana en plena II.ª Guerra Mundial que por casualidad conoce el horror de los campos de concentración e intenta ayudar a los niños que ve allí.
- “El libro triste” (2004) de los británicos Michael Rosen y Quentin Blake es uno de los álbumes ilustrados más conocidos sobre la muerte. Cuenta la historia de un padre que pierde a su hijo.
- “El árbol rojo” (2005) del australiano Shaun Tan, es un libro que habla de la soledad.
- “El Viaje” (2016) de la autora italiana Francesca Sanna habla de cómo la guerra sorprende a una familia y deben huir. El padre muere. Es un libro que habla de la migración forzada con unas ilustraciones no realistas que encajan muy bien con el lenguaje visual de los niños a pesar de representar muchas ideas a través de interesantes metáforas.
- “El pato y la muerte” o “El pato, la muerte y el tulipán” (2006) de Wolf Erlbruch. El autor alemán, de una manera muy poética, cuenta la visita de la muerte al personaje del pato. Tiene unas ilustraciones muy poéticas, sin fondos que distraigan del mensaje principal, que acompaña muy bien a la idea que transmite.
- “La casa de los erizos” (2016) escrito por Ángel Domingo e ilustrado por Mercè López habla sobre la búsqueda de un hogar y la guerra. Los personajes son animales antropomorfizados a quienes les van pasando cosas. Se pueden hacer muchas lecturas de este trabajo que, además, juega con solapas y desplegables.
Sobre estos temas hay más libros, pero quise presentar estos pocos en los que las ilustraciones juegan un papel muy importante porque podemos ver distintas maneras de representar el horror, la soledad, la guerra y la muerte a nivel gráfico. Cada uno lo hace de una forma porque el álbum ilustrado no cuenta con unas reglas definidas para su construcción. Cada título parte de cero y a su vez bebe de lo que se ha ido publicando a lo largo de la historia. Y esto no es malo, todo lo contrario. Que no haya reglas permite que se pueda experimentar con todo.
También podemos encontrar álbumes ilustrados sin texto, diseñados solo con imágenes. Algunos presentan historias no conocidas, por lo que serán las imágenes las que vayan contándola. Otros álbumes son sobre historias muy conocidas que al saberlas antes permite completar las historias a través de las ilustraciones. Sobre este último caso cite brevemente en la charla de la “Caperucita Roja” de Adolfo Serra. La historia es conocida así que se puede contar perfectamente sin tener que leer nada. Las ilustraciones son también muy simbólicas y ayudan a entender esa historia sin necesidad de que aparezca el texto escrito.
Se ha dicho muchas veces que un álbum ilustrado es la antesala de una exposición artística o que es un telonero de la literatura “seria”, pero creo que tiene entidad suficiente como para olvidarnos de esas ideas preconcebidas que tanto daño hace al sector de la Literatura Infantil y Juvenil.
El álbum ilustrado enseña a mirar imágenes y mensajes visuales. Algo imprescindible para sobrevivir en este mundo audiovisual en el que nos encontramos.
La experiencia de la lectura
El álbum ilustrado debe ser una experiencia para quien lo lee. Y todo cuenta: no solo la historia y las ilustraciones, también nos fijamos en la edición, el tamaño del libro, el peso, la textura del papel, esa sensación de pasar las hojas y descubrir la página siguiente, las guardas, el tipo de letra…
La lectura de un álbum ilustrado requiere de un trabajo intenso por parte de los niños y niñas que tienen que ser capaces de “leer” las imágenes junto con el texto. Los álbumes ilustrados son exigentes porque requieren que los lectores y lectoras se esfuercen por hacer una lectura significativa.
Una de las primeras cosas que atrae a los niños y niñas desde muy temprana edad son las formas y los colores. También pueden reconocer las expresiones de los personajes, y desde muy jóvenes también comprenden la perspectiva, de la que hablaba antes, saben qué elementos están cerca y cuáles están lejos, lo que les ayuda a interpretar lo que ven. Los primeros lectores y lectoras comienzan a ser conscientes de la simbología de las cosas, del sentido metafórico de formas y colores, en aquellos trabajos más complejos en los que entran en juego las metáforas en las ilustraciones.
Pensemos en “Pequeño Azul y Pequeño Amarillo” de Leo Lionni, donde unas manchas son niños, otras son padres y otras son casas… Es algo que entienden perfectamente desde edades muy tempranas.
Los niños quieren jugar y quieren que los libros les diviertan, pero no quieren que se lo demos todo hecho, yo creo. Disfrutan mucho de los descubrimientos que hacen con los álbumes ilustrados, se lo pasan muy bien. Los álbumes ilustrados enseñan a los niños y niñas a pensar. Y cuando se es pequeño o pequeña nos gusta mucho aprender.
Resumen:
La ilustración tiene una clara función comunicativa. Hay distintos tipos de ilustraciones: más realistas y más esquemáticas, pero todas ellas buscan una eficacia comunicativa.
No se trata de acompañar al texto sino de integrarse con él. Esto define de manera especial al álbum ilustrado, de manera que a través de esa integración generemos una experiencia de lectura para que esas historias, moralizantes o no, educativas o no, al menos les hagan disfrutar de esa experiencia, tanto si los álbumes ilustrados tratan sobre princesas que comen perdices o sobre la guerra y la muerte. Porque en la LIJ hay de todo.
3. Cómo trabaja un ilustrador o ilustradora
El trabajo del autor o autora de ilustraciones
Al igual que quien se dedica a la escritura, un ilustrador o ilustradora es un autor o autora. Un ilustrador o ilustradora también es un profesional que trata de ganarse la vida a través de su trabajo. Es un profesional autónomo que trabaja en su casa (o a veces fuera de su casa en un estudio individual o un estudio compartido). Trabajar en casa tiene sus ventajas y sus inconvenientes: No tenemos los gastos de un alquiler extra que supone mantener un local: la luz (con lo que ha subido ahora), el agua, internet… Trabajar en casa hace que se tenga una cierta flexibilidad horaria, lo que también es un peligro, ojo, porque al final terminamos trabajando los domingos… o a las once de la noche… O un domingo a las once de la noche.
La mayor parte de los ilustradores e ilustradoras trabajan en su casa. Intentan tener un espacio agradable separado del resto de la casa donde se encierran con su gato (imprescindible) para ponerse a trabajar. Sus escritorios son una oficina completa ya que no solo diseñan ilustraciones, sino que tienen que responder al correo electrónico, preparar presupuestos, hacer facturas, recordar a ese editor que no te ha pagado la última liquidación, cuidar las redes sociales, el blog, actualizar la web y el portfolio… volver a recordar a esa editorial que no te ha pagado aquello de 2017…
Hay muchísimas horas que un ilustrador o ilustradora invierte (y prefiero decir que “invierte” y no que “gasta”) en actividades que no son expresamente la de ilustrar. Y es que ya he dicho que quien se dedica a la ilustración es un trabajador o trabajadora autónomo o autónoma, con lo que eso implica.
Y un ilustrador o ilustradora no es en sí un dibujante. Yo prefiero manejar un concepto más amplio como el de diseñar, porque un ilustrador o ilustradora diseña imágenes, porque el concepto diseñar implica una parte importante del trabajo que en el fondo realizan todos los ilustradores, que es el de planificar el álbum ilustrado, estudiar el encargo, desarrollar las ilustraciones, etc.
Estoy hablando mucho de álbum ilustrado, pero un ilustrador o ilustradora no se dedica solo a la ilustración de libros, de hecho esa es tan solo una parte de las posibilidades profesionales que tiene. También puede enfocar su actividad profesional a otras áreas como por ejemplo la ilustración científica, la ilustración técnica, la infografía, la pintura mural, puede hacer ilustración publicitaria, ilustración para envases y para producto, ilustración para cine, TV o teatro, ilustración para videojuegos, ilustraciones para animación, diseño de personajes… Realmente las posibilidades y el campo de trabajo de un ilustrador o ilustradora son realmente muy grandes, pero tal vez donde más visibles son (sobre todo para los asistentes a estas jornadas dedicadas a la mediación lectora, a la literatura infantil y a la educación), es en el trabajo que realizan en el campo editorial, para el álbum ilustrado, en los libros ilustrados, los libros informativos o los libros de texto.
Los encargos pueden proceder de distintas fuentes. Lo más habitual es que el encargo proceda de una editorial, de ahí que sea también muy importante que un ilustrador o ilustradora mantenga su portfolio actualizado en su web o que tenga presencia en redes sociales porque en definitiva es donde van a ir a buscar. En general un editor, editora o Director o Directora de Arte busca, lo que muchos llaman estilo, pero que en ocasiones se suelen referir al lenguaje gráfico que un ilustrador o ilustradora tiene y que consideran se adecúa a la idea que el editor o editora tiene en la cabeza.
Un estilo es algo más que la forma en la que se hace una determinada ilustración, el estilo está relacionado más con la visión personal que tiene el ilustrador o la ilustradora, es decir, si el ilustrador o ilustradora juega con el humor o con las metáforas, si tiene un visión más naïf o infantil, si es un autor o autora comprometido o comprometida con alguna causa social… eso es el estilo. Un ilustrador puede tener uno o varios estilos y varios lenguajes gráficos ya que debe ser capaz de adaptarse a cada encargo. Al final un editor acude a un ilustrador porque ha visto cosas suyas que ve que pueden encajar con el encargo que tiene en mente, pero un ilustrador también debe saber adaptarse a lo que el editor cree necesitar.
Otra vía a la hora de recibir encargos, parecida a la anterior, es a través de un agente. En España se lleva poco esto pero hay países donde solo se trabaja con agente, como en el mercado anglosajón. Una agencia de ilustradores se lleva un porcentaje de lo que pagará el cliente por el trabajo, pero a cambio se va a ocupar de ayudar al ilustrador a conseguir encargos, gestionar contratos, pactar con el cliente o con el editor, promocionar a los ilustradores y sus trabajos, gestionar facturas, escribir al editor para pedirle aquello que le debe del 2017, etc, etc, con lo que el ilustrador o ilustradora que tiene agente dedica su tiempo exclusivamente a la ilustración, que es lo que realmente quiere y sabe hacer.
Y la otra posibilidad, la tercera, para conseguir encargos es a través de la iniciativa propia, es decir, bien solo o acompañado de una persona que ha escrito o ha tenido la idea, se desarrolla un proyecto personal que se presenta a una editorial con la esperanza de que encaje con su línea de trabajo y quieran editarlo. También se puede presentar el proyecto a concursos. Hay muchos concursos de álbum ilustrado. Otra posibilidad de los proyectos personales es darles salida a través de la autoedición, es decir, que además de ilustrar habría que hacer el trabajo de editor o editora.
¿Qué es realmente lo que vende un ilustrador? ¿Con qué negocia? Un ilustrador, como todo autor o autora, lo que vende o con lo que negocia es con los derechos de autoría que cede a cambio de un porcentaje para que una editorial tenga el derecho de publicar su trabajo, difundido, venderlo y ganar dinero. Es un negocio.
La cosa funciona así: un autor o autora tiene derecho a una parte proporcional de los beneficios que genera la venta de un trabajo en el que ha colaborado con sus ilustraciones. Esos son los derechos de autoría y por ellos se debe pagar al autor o autora de las ilustraciones. Es poco conocido también que el autor o autora no vende la obra. Las ilustraciones siguen siendo propiedad de quien las hace, salvo que quiera venderlas como obra artística en una exposición, etc, pero eso es otra cosa. El ilustrador o ilustradora lo que vende es el derecho para que sus ilustraciones sean explotadas en forma de libro, (o lo que se decida ceder).
Los derechos se ceden por un tiempo determinado, para un territorio concreto y para unos idiomas concretos, a una editorial que a cambio debe publicarlo también en un tiempo fijado en el contrato de edición. Tiene que haber un contrato. Unas veces es acordado entre las partes y otras está impuesto, pero debe haber un contrato.
Hay varios tipos de derechos de autor. Están los derechos morales, que son irrenunciables y que se tienen por el mero hecho de realizar un trabajo artístico, literario o científico. Todo esto está en la Ley de Propiedad Intelectual del año 96. Y luego están los derechos patrimoniales que son los que generan dinero y son con los que un autor/a puede negociar. De estos hay varios: el derecho de reproducción, el derecho de comunicación pública, el derecho de distribución, entre otros. Generalmente se negocian todos a la vez y cada uno con condiciones diferente, pero sin la cesión de estos derechos no se podría publicar el trabajo.
Siempre hay que mencionar la autoría de un trabajo y pedir permiso si queremos contar con ilustraciones en nuestros trabajos. Aunque hay excepciones como las educativas donde podemos hacer comunicación pública de trabajos creativos de terceros, pero solo dentro del ámbito educativo y solo en centros educativos públicos. Plagiar es un delito. No se deben usar ilustraciones de alguien a quien no hemos hecho el encargo o a quien no hemos pedido permiso. Expresé en la charla que los asistentes y participantes de estas jornadas, como parte activa de la educación y la cultura debemos defender, más que nadie, a los autores y autoras y evitar caer en el pirateo y el plagio o el robo de imágenes. Aprovecho esta charla para reivindicar el debido respeto por los derechos de autoría que, en el fondo, no es más que reivindicar el respeto y la defensa de nuestra cultura.
Todos los derechos que he relatado son del autor o autora por el mero hecho de realizar la obra. Que un trabajo es de uno se puede demostrar de varias formas si fuera necesario demostrarlo. Se puede registrar, se puede publicar en redes sociales o enviar por correo electrónico a alguien… ahí ya figuraría una fecha y se puede demostrar, junto con el original, que determinado trabajo es propio, si es que se detecta un plagio y debemos demostrar que alguien nos ha plagiado o tuviéramos que defendernos de una acusación de plagio.
Subir algo a internet es prueba de autoría, es una Comunicación Pública. Ahora bien, eso sí, en cuanto se publica ya deja de ser un trabajo inédito, lo que está penalizado en algunos concursos donde en las bases se suele indicar que el trabajo debe ser inédito y no publicado en ningún sitio. Hay que tener también cuidado con internet. Aunque publiquemos algo en Instagram, por ejemplo, y luego lo borremos nunca sabremos si esa imagen ha sido ya capturada, guardada, descargada, etc, etc, con lo que borrar una imagen tampoco es buena idea porque se pierde la prueba que decía antes de haberla comunicado primero. Cuando se publica algo en internet debemos asumir que vamos, irremediablemente, a perderle la pista. Internet tiene sus cosas buenas y sus cosas oscuras, como ya sabéis. Pero hay que ser consciente de esto.
Un proceso de elaboración de un libro
Para terminar este bloque dedicado a la profesión de ilustración cuento un poco cómo es el proceso de elaboración de un libro.
El cliente del ilustrador o ilustradora de álbum o libro ilustrado es el editor o editora, no quien realiza el texto. Eso no quiere decir que entre autores de un mismo trabajo no haya contacto, pero quien debe decidir las cosas que valen y las que no es el o la responsable de la edición. Eso no quiere decir tampoco que el autor o autora de las ilustraciones no escuche y hable con el autor o autora del texto, todo lo contrario, pero ambos son autores o autoras que trabajan para una editorial.
Ilustrar es observar y decidir, de manera consciente o inconsciente, qué es lo que nos interesa de la idea o del relato, y por qué parte de la historia sentimos más curiosidad. A veces está muy claro porque el texto tiene ya una estructura determinada y solo debemos acompañar e integrarlo todo pero en otras ocasiones hay que estructurar ese texto y dividirlo en dobles páginas y pensar qué tipo de imagen es la más adecuada, a qué parte de la historia (si hay historia), vamos a agarrarnos o qué queremos aportar con las ilustraciones… y a partir de ahí se hace un primer planteamiento a nivel de boceto o de manera esquemática, para empezar a mostrarlo al editor o editora y empezar la conversación.
Con el primer planteamiento hay que analizar si funciona la propuesta del ilustrador o ilustradora, si nos hemos enterado todos y todas de lo que queremos; también veremos si sigue funcionando el planteamiento del escritor o escritora o si quiere o debe modificar algo ahora que hay imágenes y éstas aportan algo nuevo; si el ritmo, la atención, la línea editorial es la que se busca… y tras las conclusiones a las que se llegue, el ilustrador o ilustradora ya empieza a rematar el trabajo, a corregir, modificar y a rematar el trabajo. El autor o autora de las ilustraciones no tendrá ningún problema en modificar lo que sea pero siempre mejor antes de haber realizado todo este proceso. Una vez que las ilustraciones están en fase de acabado todo cambio es más costoso.
El ilustrador o ilustradora antes de todo esto también es importante que sepa una serie de cosas. Tiene que conocer el tamaño del libro. No es lo mismo plantear algo para un librito de 15×15 que un libro de 30×30. También hay que conocer las proporciones de la página y la orientación, si es vertical u horizontal, también es interesante saber el tipo de papel, si es un librito de cartón, si tiene troqueles y dónde, si lleva solapas, ventanas, cómo es la encuadernación… En definitiva, cuanta más información se tenga más difícil será meter la pata.
Aun así, se debe seguir abierto a modificaciones e incluso a cambios de idea, hasta el último minuto, porque es así, esto no es un proceso cerrado y no debe serlo tampoco. Crear un libro no es fabricar coches en una línea de producción, crear un libro es un proceso más abierto. Diferente.
Con el libro ya en librerías queda la parte de promoción, presentaciones, cuentacuentos, lecturas y firmas en librerías que ayuda a la venta y a la promoción de los autores.
Resumen:
Quiero remarcar que un ilustrador o ilustradora es un autor o autora que vive, o al menos quiere vivir de su trabajo y que lo realiza generalmente de forma autónoma. Que su negocio está basado en los derechos de autoría y que hay varios tipos… Si os interesa o queréis saber más sobre esto os recomiendo una guía que está en PDF en internet que es “El ilustrador y la Ley”. Y por último acabo de hablar también de un proceso de trabajo de ilustración de un álbum ilustrado. Digo de uno porque cada uno es un mundo. Os remito al artículo que escribí en esta web sobre mi proceso de trabajo para las ilustraciones del libro “La señora Buenaventura, por si acaso” (2019) escrito por NiñoCáctus.
4. Educación artística
Lo visual en la Escuela
Como ya he dicho más arriba, hoy en día vivimos en el mundo de la imagen, en una cultura cada vez más visual, pero curiosamente lo visual está cada vez menos presente en los planes de estudio. ¿Qué problemas plantea eso? Pues que creo esto nos hace muy vulnerables ante ese mundo audiovisual en el que vivimos. Tanto, como lo eran los analfabetos en la edad media. Si me permitís.
El aprendizaje de las artes visuales no consiste en generar artistas, sino en ayudar a construir ciudadanos y ciudadanas libres de manipulaciones visuales. Algo que vemos todos los días. Y es que las imágenes manipuladas por medios de comunicación, partidos políticos u otros lobbies, están a la orden del día y si no disponemos de herramientas para interpretar esas imágenes, al final no vamos a ser capaces de defendernos y seguiremos a merced de quienes sí saben manejar la comunicación visual. De ahí que insista en lo importante que, a mi juicio, es… disponer de una educación visual, artística y audiovisual importante.
En las Escuelas Infantiles, los niños de 0 a 3 años, aprenden manipulando formas, piezas, pintando en papeles o en la pared, jugando con texturas… En el cole, en la Educación Infantil sigue estando muy presente la expresión visual, lo plástico, la manipulación. Luego en Educación Primaria se empieza a dar más importancia al estudio de las palabras y los números y a partir de ahí, cada vez más, habrá un predominio de lo verbal frente a lo visual que será relegado a una asignatura de un par de horas a la semana. En Educación Primaria, aunque esto también varía en función de las Comunidades Autónomas, se dedica de media entre una hora y una hora y media a la semana entre artes plásticas y educación musical. Si en otras asignaturas (lengua, ciencias naturales…) se asumen también competencias en materia de comunicación visual, la cosa mejora, pero en sí, hablamos de apenas una hora a la semana de primero a sexto de primaria.
En los cuatro cursos de la Educación Secundaria Obligatoria la cosa es peor, como podéis imaginar. En el primer curso sí que se puede llegar a 3 horas a la semana, pero en segundo no se dedica a las artes plásticas ni una hora a la semana, y en tercero y cuarto ya estamos hablando de una optativa de unas dos horas a la semana, por lo que podemos encontrar el caso de que un niño o niña puede dejar de ver contenidos relacionados con las artes plásticas a los 13 años y no volver a tener contacto con estos temas, porque ya, salvo el Bachillerato de Artes, cada vez menos artístico, en las otras dos modalidades de bachillerato ya no hay ni rastro de contenidos relacionados con las artes plásticas.
De todos modos tampoco se trata de asignaturizarlo todo. No creo que ampliar las horas de asignaturas de ámbito artístico sea la solución, la cosa es más compleja y debemos mover el foco hacia la modificación de metodologías docentes que miren más hacia el siglo XXI y menos al siglo XIX. En eso la Educación Infantil creo que lo hace mucho mejor porque consigue una integración real de contenidos al no separarlo todo en asignaturas.
En el colegio, y también en los institutos, la alfabetización visual se deja en manos de los maestros de plástica y de las horas de la asignatura de “educación artística”, porque en general siempre se ha asociado lo visual al arte y no al lenguaje, que no sería nada descabellado puesto que estamos hablando de comunicación. Menos mal que son muchos los docentes que entienden que lo visual es importante también para acercar el conocimiento científico o humanístico a los y las estudiantes y se consigue, en muchas aulas, que la comunicación visual sea también un importante contenido transversal. Que recorra todas las materias.
Nacemos viendo imágenes, creamos imágenes antes de saber leer y escribir y somos grandes consumidores y consumidoras de imágenes, pero eso no significa que poseamos de manera innata una adecuada alfabetización visual y audiovisual y esto es algo muy complejo ya que debemos disponer de herramientas adecuadas para interpretar desde signos abstractos a pinturas hiperrealistas pasando por simples, o no tan simples, memes… o las miles de imágenes a las que accedemos, queriendo o sin querer, a través de las redes sociales. Casi nada.
La enseñanza de la ilustración
Otra pregunta: ¿Se puede enseñar a ilustrar libros infantiles? Enseñar todavía no lo sé, pero sí que se puede aprender de múltiples modos y ninguno de ellos es excluyente. Todo lo contrario. Y es que podemos hablar de tres tipos de educación: La educación formal, la informal y la no formal. Y como digo, ninguna excluye a las otras y todos y todas hemos aprendido de las tres formas.
Se puede aprender a ilustrar a través de una educación no formal, es decir, a través de cursos, online o presenciales, que organizan empresas u otras entidades, públicas o privadas. Son cursos cortos, concretos, específicos impartidos por profesionales de la ilustración en activo. No se obtiene ninguna titulación (ni se necesita), pero se consiguen aprendizajes muy específicos y especializados, aunque también los hay muy genéricos. Lo verdaderamente interesante de estos talleres, a los que yo suelo frecuentar como asistente cuando puedo, es precisamente la interacción directa con un profesional en activo del que puedes aprender su forma concreta de trabajar. También se aprende mucho de los compañeros y compañeras; eso en todas las enseñanzas presenciales es muy importante y es algo que nos ha quitado la docencia online del confinamiento de final del curso 2019-2020. Y es que entender el aprendizaje como acto colectivo, como algo que ocurre en grupo, es fundamental.
Otra forma de aprender ilustración es a través de la educación informal. No es la más adecuada para empezar pero sin duda es la que nos mantiene actualizados. Es un tipo de aprendizaje, a veces involuntario incluso que se obtiene del autoaprendizaje, que se origina a través de búsquedas en la red, de interacciones en redes sociales, de charlas con profesionales o compañeros y compañeras. Algunas veces lo buscamos, buscamos artículos, tutoriales, etcétera, pero otras veces nos encontramos cosas por azar o porque lo comparte alguien. Lo importante es estar siempre abierto al aprendizaje.
Y luego, por último ,como educación formal propiamente dicho, existe la titulación reglada y oficial de “Técnico Superior en Artes Plásticas y Diseño en Ilustración”, que se imparte en Escuelas de Arte.
Sobre esta titulación, su estructura, sus vías de acceso, etc. os remito a un artículo más específico que, aunque lo escribí en 2013 lo sigo actualizando para incorporar puntualmente todas las escuelas de arte públicas de España donde se imparten estas enseñanzas. Es el artículo de esta web que más visitas tiene y más comentarios genera. Se titula «¿Dónde estudiar Ilustración en España».
A veces me han preguntado que si no existen estas enseñanzas online. Como educación formal no. El título no se consigue online. Como educación no formal o a nivel informal ya he dicho que hay cursos o talleres online muy distintos, pero creo que lo interesante de contar con compañeros y compañeras a los que ves trabajar y de los que aprendes (a veces tanto o más que del docente), creo que es uno de los objetivos más importantes que tiene la educación formal.
Los cursos online sobre ilustración pueden ser muy interesantes para personas que ya tienen un aprendizaje asentado o previo de la ilustración y quieren profundizar más o desarrollar un proyecto personal. Ahí sí que pueden ser muy buenos porque nos permite acceder a formación con profesionales que no están en nuestro entorno cercano.
Resumen:
La presencia de la enseñanza artística en los coles no se le da importancia que a mí me gustaría, y al final, como tantas y tantas cosas, se deja todo en manos de los docentes, como siempre. En los institutos su presencia es muy pobre y el aprendizaje de asuntos relacionados con la comunicación visual no es para hacernos artistas sino para saber manejarnos como sociedad y tratar de ser menos vulnerables a manipulaciones mediáticas de quienes sí conocen el lenguaje de la imagen.
Esto ha sido, a grandes rasgos, lo que fue mi ponencia el miércoles 14 de julio en JALEO’21, estas maravillosas «Jornadas de Animación a la Lectura, Escritura y Observación». Os hablaré brevemente a continuación del taller que impartí a dos grupos, uno el miércoles 14 y otro el jueves 15 de 16:00 a 17:30 h.
«Ilustraciones encontradas: texturas y fragmentos». Un micro-taller de ilustración para no ilustradores
En el rótulo y en el Programa aparece el título «Dibujos encontrados: texturas y fragmentos» pero quise cambiarlo por «Ilustraciones encontradas: texturas y fragmentos» ya que, como he dicho más arriba, no es lo mismo dibujar que ilustrar aunque para ilustrar haga falta, a veces, dibujar. En este taller no se trataba de dibujar sino de encontrar recursos para diseñar ilustraciones.
El taller que impartí a los asistentes de estas jornadas lo planteé como un acercamiento a la ilustración para aquellas personas que buscan recursos para generar imágenes, como digo, sin necesidad de dibujar. No es un taller para ilustradores. Lo que haremos es que, a través de la búsqueda y el encuentro de texturas y formas, trataremos de diseñar ilustraciones de personajes partiendo de texturas y papeles recortados.
Hay veces que buscamos ilustraciones y otras veces las ilustraciones nos las encontramos entre los recortes desordenados de la mesa. Quise que observáramos las posibilidades que nos ofrecen unas tijeras, unos papeles y cualquier elemento que aporte color o textura. Las texturas también las buscaremos o nos las encontraremos… ya veremos.
En el taller empezamos por encontrar texturas, para ello utilizamos papeles de colores, y cualquier cosa que manche. Yo llevé tampones de tinta, de esos que se emplean para los sellos de caucho y los y las asistentes aportaron lápices de colores o rotuladores para manchar los papeles. Después, tijera en mano, «dibujábamos» con ellas las formas básicas que pudiera tener nuestro personaje y después, con las piezas sobre un folio, colocábamos cada una de ellas, las modificábamos, las cambiábamos por otra… en definitiva, diseñábamos un personaje. Da igual cuál. Una vez conformes con lo que veíamos, pegábamos todas las piezas.
Probamos también a usar trozos de Goma-Eva para usarlo como medio para estampar y continuar buscando y encontrando más texturas para nuestros trabajos.
Para aquellos y aquellas que os interese enumero a continuación una serie de tutoriales y artículos, escritos por mí, sobre técnicas de ilustración relacionados con lo que estuvimos haciendo en los talleres o para ampliar lo que vimos:
- Técnicas de ilustración: diseñar ilustraciones con tijeras, pegamento… y lo que surja.
- Texturas, texturas y más texturas.
- Dibujar con cuchilla, colorear sin pintura…
- Texturas analógicas para ilustraciones… analógicas.
- Estampaciones a bajo coste.
- Estampación con rotuladores.
- Técnicas de ilustración con rotuladores de color acuarelables.
No lo he comentado pero la imagen de este JALEO’21 es una ilustración mía que hice sobre «Veinte mil leguas de viaje submarino» de Jules Verne. Precisamente sobre este escritor francés del que se suele hablar poco, habló el ensayista, filólogo y traductor Carlos García Gual, Académico de la Real Academia de la Lengua en la ponencia inaugural de las jornadas con su charla «Los libros y los héroes. Apuntes personales». Esta ilustración, inspirada en el trabajo de Verne, bien podrían realizarla los alumnos que asistieron al taller puesto que se trabajan algunas de las técnicas e ideas expuestas en él. Comparto por aquí algunas imágenes del proceso:
Para terminar este largo artículo vuelvo a agradecer de nuevo desde aquí a Mar Benegas, a Jesús Ge y a Silvia García Esteban por su amabilidad, generosidad, profesionalidad y buen hacer, y por su enorme esfuerzo personal para que estas jornadas hayan podido salir adelante.
También hay que agradecer que estas jornadas hayan sido posibles a quienes organizan: A El Sitio de las Palabras, a la Conselleria d’Educació, Cultura i Esport de la Generalitat Valenciana, y a quienes colaboran: Al Ajuntament de València, al Cefire de Plurilingüisme, al Col·legi Oficial de Bibliotecaris i Documentalistes de la Comunitat Valenciana, a la Editorial Combel, a Pedro Verdejo (Digital Media Manager) y a la Librería Leolo.
Sin duda, lo mejor de este tipo de encuentros no es solo lo que se aprende de las ponencias y de los talleres, sino también todo lo que ocurre alrededor, donde también tenemos el privilegio de aprender mucho de las conversaciones ante un café, en los almuerzos, en las comidas, meriendas y cenas junto a personas muy interesantes de cuyas aportaciones y comentarios fuera de micro todavía se puede aprender más si se está atento. Ahora queda todavía poner en orden todas las anotaciones que hemos hecho estos días y reflexionar sobre todo lo dicho.
Y si es junto a un libro, mejor.
Bibliografía
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